Albert lo repetía siempre: “el valor de las ruinas”; quizá
premonitoriamente ante el destino efímero de su trabajo, polémico y
controvertible. Con ello, extendió la paradoja de siempre: la arquitectura
atemporal versus la vida misma en tiempo real y en perpetua renovación. En ese
encuentro áspero entre la idea arquitectónica y la evolución cotidiana de las
sociedades ¿qué debe quedar de nuestra idea original?
Si en estos tiempos de posmodernidad abierta y condescendiente
estamos en busca de una obra arquitectónica prístina, impoluta e intocable,
debemos aprender de la experiencia histórica que nos reflejan estas imágenes.
En ellas, ¿está presente “el valor de las ruinas”?
Nürnberg. Zeppelinfeld. Fotos CVP 2012.