Arquitectura Cohetillo. El Alto. Bolivia. Foto de archivo. |
El fenómeno de los llamados cholets
o arquitectura cohetillo es motivo de crónicas, paseos turísticos, debates y de
una visibilidad inusual en los medios internacionales. Por el jaleo que
despierta revuelvo el avispero con algunas sentencias.
En primer lugar, este movimiento no empezó ahora ni tampoco es de
un solo autor. Tuvo un largo proceso de
gestación que empezó en zonas populares y comerciales de esta ciudad allá por
los años sesenta del siglo pasado. Tímidamente, las construcciones en altura de
una emergente burguesía comercial del intercambio, decoraba sus fachadas con
azulejos y colores que vestían a una lógica funcional: pisos comerciales en
planta baja y de vivienda o depósitos en los últimos pisos. Con el advenimiento
de los regímenes militares, y posteriores gobiernos neoliberales, el proceso de
acumulación de capital de esas clases marginales se extrapoló a limites
inimaginables. La plusvalía del suelo urbano engordó en esas zonas populares como
Chijini, la Ceja entre otras, levantando edificios comerciales cada vez más grandes
y desvergonzados. Ese poder económico se emparentó siempre con el poder
cultural de las expresiones folklóricas como Gran Poder. Se empoderó entonces, una
nueva burguesía popular, inédita y potente, con sus propios ritos y protocolos.
Dicho en términos políticos, una nueva clase paceña comenzaba a desplazar a las
clases tradicionales en un proceso acelerado de movilidad social. La suma del
poder cultural y el económico necesitaba del poder político. Este fue consumado
hace pocos años y sin necesidad de conjugar ideologías. Así, se terminó de
consolidar el trípode economía-cultura-política que sustenta cualquier
expresión artística.
Y fueron muchos los autores de las construcciones en ese largo
proceso como el difunto padre Obermaier quién intuyó la fuerza del estilo Alasita
y construyó decenas de iglesias para cambiar El Alto. Resultado: portada del
suplemento cultural del New York Times
el año 2005. Pero el proceso continuó y ahora el autor más reconocido es Mamani
Silvestre que da conferencias por todo el planeta y es publicado en diversas revistas especializadas y periódicos del mundo
como ningún otro arquitecto en nuestra historia. Y hay cuerda para rato. El delirio sigue y nuevas
formas y autores aparecen como zombies: Transformers,
Opusprime, onda Katanas o un pseudo Mondrian.
Apartando de la discusión los gustos o disgustos estéticos, o si
es o no arquitectura, saltan preguntas: ¿Soportaremos en este siglo delirios
arquitectónicos y comportamientos exacerbados urbanos de todo tipo? ¿Será ésta la
exultante carnalidad arquitectónica que nos represente en el siglo XXI?